No importa cuántas veces vayas, Tlacotalpan siempre te sorprende.
Mis visitas hacia esta bella ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad, son recurrentes y no hay ocasión que no descubra un rincón, olor, sabor o color nuevo y me vuelva a enamorar. Esta vez, decidí asistir al 2° Festival de la Paella, en compañía de un grupo de personas deseosas de redescubrir las bondades de este lugar.
Al llegar, la primera parada fue en el Museo de la Ciudad, cuyo fin es promocionar la cultura y las tradiciones de Tlacotalpan por medio de exposiciones de obras de arte y objetos de artistas tlacotalpeños. En esta ocasión, me encontré con una interesante exhibición de pinturas en honor a Agustín Lara , músico-poeta que afirmó haber nacido en “La Perla del Papaloapan”; como es conocida esta ciudad.
Inmediatamente nos dirigimos a la “Casa de la Cultura Agustín Lara Aguirre” espacio que se fundó en 1974 para rescatar, preservar y difundir las diferentes expresiones de arte como la danza folclórica, música tradicional (Jarana, Arpa, Requinto y Pandero) y artes plásticas, objetivo que se ha logrado hasta el día de hoy. Particularmente, me sorprendió la belleza de la llamada “Sala de los Rebeldes”, donde exhiben obras del pintor Alberto Fuster, de origen tlacotalpeño. ¡Creo que es una joya que pocos conocen!
Después de refrescarnos y probar un tentempié en el Mercado Teodoro A. Dehesa, nos encaminamos a los Tradicionales Portales de Tlacotalpan, en donde ya estaba todo listo para recibir y deleitar, a los miles de visitantes que ese día esperaban degustar una deliciosa paella.
La dinámica del evento consiste en adquirir un boleto con un valor de doscientos pesos, que incluye una copa de vino y un plato (muy bien servido) de la paella de tu elección. No les voy a mentir, encontrar lugar “libre” en las mesas montadas en Los Portales es un poco complicado, por lo que mi sugerencia es llegar lo más temprano posible.
Las filas para las paellas -entre ellas, la negra- ¡Eran realmente concurridas! Sin embargo, el buen ambiente, los ballets folclóricos, las estampas jarochas, artesanos, expositores y asistentes hicieron que todos disfrutáramos de una agradable tarde.
La fiesta se alargó hasta la media noche; sin embargo, parte del grupo tenía que regresar al puerto de Veracruz, no sin antes realizar el tradicional recorrido en “El Torito”, un transporte turístico adaptado que nos adentró a las tranquilas y coloridas calles de este bello destino.
Esto sólo es una probadita de lo que pueden vivir en Tlacotalpan, pero si algo falta en esta vida es tiempo, así que ya tendré otra oportunidad de platicarles en otra ocasión un poco más de “La Perla del Papaloapan”.
No importa cuántas veces vayas, Tlacotalpan siempre te sorprende.